La Universidad, el COVID-19 y la crisis humanitaria


Dr. Henning Jensen Pennington, Rector, Universidad de Costa Rica
buzon.rectoria@ucr.ac.cr
Publicado: 2020-04-10

Vivimos momentos difíciles para nuestra universidad, nuestro país y la humanidad como un todo. Desde la aparición del primer caso de COVID-19, hemos tomado decisiones e impulsado procesos para hacerle frente a una situación excepcional de manera responsable. No conozco ninguna universidad del mundo, ni tampoco ningún sistema de salud, que estuviera totalmente preparado para resolver, sin dificultades, vicisitudes repentinas y cambiantes.

Como a muchas personas, me alegra constatar que nuestras autoridades nacionales, sobre todo del campo de la salud, han actuado con buen juicio y oportunamente. A la ciudadanía y a las instituciones públicas, nos toca apegarnos a sus directrices por el bien de todas las personas; y, además, contribuir con nuestro ingenio y nuestras capacidades.

A lo interno, debido quizá a la novedosa y alta complejidad de la situación actual, observamos una fase inicial de dubitaciones que ha cedido su lugar a un gran compromiso con la migración a mediaciones pedagógicas asistidas por la tecnología, al tiempo que trabajamos en conjunto con otras instituciones nacionales para avanzar hacia una disminución de la brecha digital que afecta tanto al país como a nuestra institución. En ambos aspectos – mediación pedagógica y brecha digital -, hemos dado pasos significativos que superan en magnitud lo realizado en el pasado. Pronto podremos observar la materialización de estos esfuerzos.

Celebramos las iniciativas de diferentes unidades académicas que contribuyen a superar necesidades imperiosas en la atención de la crisis sanitaria. También reconocemos las múltiples propuestas para orientar las decisiones políticas y económicas hacia opciones solidarias.

Todo esto significa que hemos vuelto la mirada hacia afuera, sin descuidar nuestras obligaciones internas. Este ejercicio de compromiso institucional no puede realizarse con una universidad cerrada, sino con una universidad que, tomando en serio las medidas sanitarias correspondientes, pueda garantizar el flujo de procesos básicos que apoyen la posibilidad y buena marcha de las actividades solidarias con la población nacional y el trabajo conjunto con instituciones públicas y empresas privadas. Es la hora de combinar la responsabilidad, la solidaridad y la cooperación.

La Universidad de Costa Rica constituye un eslabón de muchas cadenas de procesos esenciales para la sociedad costarricense, por ejemplo en el aseguramiento de la calidad de los medicamentos, en la certificación de granos y semillas, en la determinación de la inocuidad de alimentos para humanos y animales, así como en muchas otras actividades que abundan en cantidad y méritos. Somos un elemento imprescindible en procesos y acciones que benefician a toda la comunidad.

En estas circunstancias, no podemos ignorar que nos encontramos ante una crisis humanitaria de inmensas proporciones que abarca a todo el planeta. Estimaciones estadísticas vienen y van, y difieren entre sí en los cálculos específicos, pero en un tema coinciden: el desempleo afectará a muchos millones de personas, la pobreza aumentará considerablemente y todo ello producirá hambre. Tendremos un escenario que intensificará las tensiones nacionales, regionales e internacionales.

La crisis humanitaria no podrá ser resuelta por la vía de propuestas aisladas. En el seno de cada país, se requerirán esfuerzos colectivos e integrales, con participación de todos los sectores, tanto públicos como privados. Nadie – ninguna persona, institución o empresa – deberá quedarse fuera, ni en dar ni en recibir, según sus posibilidades y necesidades, con justicia y equidad.

En la dimensión internacional, una economía entrelazada en múltiples aspectos no podrá salir adelante sin la cooperación entre los Estados. La misma crisis sanitaria demuestra sin ambages que la interconexión multitudinaria, en todas las direcciones y latitudes, nos incorpora en una especie de burbuja planetaria, de la cual somos parte.

Creo que es también la hora de la compasión: de identificarnos con el sufrimiento de los otros; y es la hora de la generosidad. Pablo Neruda encontró una bella manera de expresarlo:

No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.

En la misma ocasión, Neruda advirtió la ignominia de la cual debemos librarnos:

Hay que mirar el mapa de América, enfrentarse a la grandiosa diversidad, a la generosidad cósmica del espacio que nos rodea, para entender que muchos escritores se niegan a compartir el pasado de oprobio y de saqueo que oscuros dioses destinaron a los pueblos americanos.

La Universidad de Costa Rica, y toda su comunidad académica, debemos ser parte de esa responsabilidad ética que compartimos con todos los sectores de la sociedad costarricense: contribuir a vencer el virus y el hambre.


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