Pianista Jorge Federico Osorio: “Claro que me gusta el piano, pero primero amo la música”


Pablo Mora Vargas, Periodista, Rectoría
pablo.moravargas@ucr.ac.cr
Publicado: 2019-09-17

 

 

"Con el piano, uno se siente como si tuviera una orquesta a su disposición. Se pueden manejar todos los elementos de la música: la melodía, la armonía, el ritmo… todo depende de uno solo, y esto es un mundo fascinante", Jorge Federico Osorio. Foto: Anel Kenjekeeva Sancho

El famoso pianista mexicano, Jorge Federico Osorio, catalogado como uno de los mejores del mundo, brindó un segundo concierto en la Universidad de Costa Rica (UCR), el pasado 22 de agosto, en el Aula Magna.

Pero este no fue el único aporte de Osorio a la institución, ya que también se comprometió a impartir una clase magistral a un grupo seleccionado de estudiantes de la carrera de Piano de la Escuela de Artes Musicales de la UCR, esto con el fin de mejorar su técnica, consejos que además fueron aprovechados por los docentes de esa misma unidad académica.

Este maestro de la interpretación del piano también estuvo en el programa Diálogo Abierto, que produce la Rectoría en Radio Universidad, de manera exclusiva. En ese espacio se refirió a este tipo de colaboración con la UCR, aunque también conversó sobre su carrera y su vida personal. A continuación, un extracto de esa entrevista, difundida el jueves 29 de agosto y que usted puede escuchar en este enlace:

Buenas tardes, don Jorge. ¿Qué significa para usted interactuar con estudiantes que están haciendo sus primeras armas en el piano?

Siempre es muy emocionante. A fin de cuentas se trata de hacer música y de que, en el poco tiempo que pude escuchar a cada estudiante, tratar de ver cuáles son los puntos que, a mi juicio, se necesita enfocar. Es muy variado e interesante observar las personalidades. Es un trabajo intenso, no es fácil para los alumnos llegar en frío y tocar…

Y menos ante una persona como usted…

Y que llegue a alguien ahí… no a criticarlos, pero digo, no es fácil. No obstante, fue muy fructífero. Los estudiantes se portaron maravillosamente bien y siempre sentía como que estaban muy alertas a lo que uno dice.

Don Jorge, tocar al frente suyo, además de que es una gran oportunidad, también es una gran experiencia. ¿Alguno se puso medio nervioso?

Pues todos creo que nos ponemos nerviosos (risas). Siempre trato de hacer énfasis en que no hay una manera de tocar piano. Siempre sugiero que se busquen nuevas maneras y eso es lo fabuloso de la música, que cada vez hay algo nuevo. Aunque uno repita un concierto, siempre es una nueva experiencia.

¿Cuán valioso es que un estudiante tenga ese apoyo familiar y ese engranaje social para tener una educación de piano correcta y profesionalizarse, como usted lo hizo?

Obviamente el entorno familiar es súper importante. Cada individuo tiene su entorno familiar o sus amistades, pero si hay pasión, ese apoyo se convierte en un refuerzo. Lo importante es no dejar de ser curioso, inquisitivo y siempre el saber aprovechar el trabajo cotidiano. En mis cursos procuro hacer eso y pongo a los estudiantes en jaque. Les pregunto: ¿qué viste, qué oíste, a tu juicio, qué crees que necesitas para mejorar? Que no se queden esperando a que alguien les diga lo que deben corregir. A fin de cuentas, después de un determinado momento, uno es su propio maestro y eso es lo que les sugiero: que adquieran desde muy temprano una autocrítica buena pero severa.

¿Qué aspectos le llamaron la atención en la técnica de nuestros estudiantes?

A mí no me gusta hacer la distinción entre la técnica y la música, ambas van de la mano. Procuro siempre trabajar sobre las ideas musicales, y si se aclara bien la idea musical y uno como artista lee la partitura, con cuidado, entonces la parte técnica se va aclarando, porque ya uno sabe qué necesita. No es cuestión de estudiar mucha técnica, porque luego, si no sabe cómo la va a aplicar, pues no tiene caso. Prefiero profundizar en las ideas musicales. Obviamente que hay aspectos técnicos que hay que trabajar, pero esto depende de cada individuo. No siempre el tocar rápido y fuerte es la técnica. La técnica es poder dar dos o tres notas pianissimo pero bien graduadas.

¿Qué lo impulsó a usted a pasar de ser un estudiante promedio de piano a alcanzar, poco a poco, el nivel que llegó a desarrollar?

¡Pues nunca lo pensé! Creo que solo el estudiar y estar realmente inmerso en la música y en la pasión, no del piano, sino de la música. A los estudiantes les trato de dar ejemplos de que busquen en la música orquestal del compositor que están abordando… muchas veces ahí está la llave, porque no están pensando en la parte técnica – digital, sino en lo que tienen que escuchar, que al final es lo más importante.

¿Cuánto ha influido su vida en su estilo como pianista? Su señora madre, doña Luz María Puente, tuvo una gran influencia en sus inicios, ¿cierto?

¡No, una influencia inmensa! Aunque yo comencé el estudio de la música con el violín. Toqué piano y violín hasta los 12 años y fue ahí donde me decidí por el piano. Realmente la influencia de mis dos padres fue determinante, aunque el amor a la música lo tuve desde niño. Cuando estudiaba con mi mamá, a veces las clases eran intensas pero cortas. Era una maestra fuera de serie. Con mi papá también tuve el gusto de ir a conciertos de música de cámara en la ópera. En casa se escuchaba mucha música.

Me imagino que era un hogar tremendamente musicalizado…

Pues sí, bastante, aunque realmente cuando decidí que esto iba a ser mi profesión, siempre llevé una influencia “normal”. Me gustaban también mucho los deportes, jugaba todo el tiempo, nunca estaba “pegado al piano”, que es lo que mucha gente cree…

¿Qué deportes jugaba?

Mucho fútbol, béisbol. Corría, fui campeón de carreras en Ciudad de México (risas).

¿Por qué el piano? ¿Qué hizo que fuera el piano y, no por ejemplo, el violín?

Es importante saber en dónde se puede uno manifestar mejor, y con el piano uno se siente como si tuviera una orquesta a su disposición. Se pueden manejar todos los elementos de la música, la melodía, la armonía, el ritmo… todo depende de uno solo, y esto es un mundo fascinante, además que la literatura que hay para piano es algo fuera de serie. Claro que me gusta el piano, pero primero amo la música, no el piano primero.

En su juventud, cuando usted termina sus estudios básicos de piano, sale de México y viaja a París. ¿Qué significó París en ese proceso de crecimiento?

París era porque me fui a estudiar con el maestro Bernard Flavigny, él vivía en París y por eso me fui allá. No fue por ser Francia. Claro, que el conservatorio era formidable, pero lo que quería era seguir mis estudios con el maestro Flavigny, con quien estuve durante dos años, antes de irme a Rusia. Bueno, la Unión Soviética en ese tiempo…

¿Y ese cambio de venir de occidente a pasar la cortina de hierro, cómo lo vivió de joven?

Lo viví porque quería vivirlo, yo decidí irme para allá.

¿No tuvo temor en ningún momento?

No. Temor no. Nada más que claro, había carencias en la vida cotidiana, pero por otro lado, la enseñanza musical, el nivel artístico, era altísimo. Entonces había muchas satisfacciones.

¿Cómo lo recibieron los soviéticos?

(Ríe). Le diré que yo la pasé mejor en Moscú que en París. Disfruté mucho la cultura en Francia y todo, pero hice más amigos en Moscú. Es más, no me fue tan fácil hacer amistades en el conservatorio en París como en la Unión Soviética.

Los parisinos tienen fama de no ser muy calurosos…

Quizá es también los prejuicios que tiene uno. Después de muchos años, mi esposa y yo decidimos irnos a Londres. Y la gente dice que los ingleses son así o asá… ¡Depende de uno!

¿Usted volvió a vivir en México?

Yo iba y venía. Desde que estaba estudiando en París, lo hacía. Claro que no viajaba con la misma frecuencia que se puede hacer ahora, pero siempre tenía algunos conciertos allá, siendo estudiante todavía.

¿Cuánto le pudo haber afectado el hecho de ser latinoamericano? ¿No se sintió usted en algún momento que lo miraban por encima del hombro al insertarse en la élite mundial de la interpretación de piano?

Siempre es un orgullo ser mexicano, latinoamericano, sin duda. Pero le diré que yo no sentí en ningún momento que me hiciera mella cuando iba a tocar o a concursar. Te tienes que olvidar de todo eso. La calidad es lo que importa y yo he constatado que si vas y tocas bien, no importa si eres mexicano, argentino o canadiense, lo que vale es la parte artística. Quizá a veces esa discriminación se puede dar, pero es la calidad la que tiene que hablar por usted.

Maestro, ¿Cuáles son los artistas, o las sinfónicas o filarmónicas de las que usted guarda un mejor recuerdo?

¡Hay muchas! Para mí es lo más importante es si va uno a un lugar sin conocer a la gente, dar una buena primera impresión, para que lo vuelvan a invitar…

Bueno, como nosotros en la UCR, que lo volvimos a invitar (risas)…

Exactamente. Igual ha pasado cuando me invitaron a tocar con la Orquesta Sinfónica Nacional de aquí, me volvieron a invitar varias veces. También pasó con lugares muy importantes o con aquellos que, se supone, que no lo son tanto, pero para mí son todos importantes. Con frecuencia se me hace la pregunta de cuál es el público más conocedor que he tenido… y yo digo que uno no puede salir a tocar con esa idea, distrayéndolo. A veces me dicen que en los ensayos con orquesta no hay que dar el máximo, pero con la música eso es imposible.

Usted es una persona muy sencilla: ¿cuánto colabora la humildad en la vida de un artista, o cuánto puede afectar el egocentrismo?

Creo que cada quien tiene su personalidad y que lo importante es lo que pasa en el escenario. Hay gentes que quizás se comportan de otra manera, pero cada quien lo hace como lo siente. La responsabilidad es la misma. Quizá hayan gentes que se les pueda criticar ser más pesados, pero luego salen al escenario y si dan un concierto maravilloso, bueno, tal vez no sea tan necesario ser tan sencillo.

¿Va a volver a visitarnos?

(Risas) ¡Pues eso espero!

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